La oratoria y su importancia

La oratoria es parte importante en la historia de la humanidad. Es el arte de hablar elocuentemente, de persuadir y agitar el ánimo mediante la palabra viene de tiempos inmemorables. Grandes exponentes a través de su voz han marcado el camino desde la antigüedad hasta nuestros días. Cuando hablamos de elocuencia nos referimos a la habilidad de conmover y convencer a un público. El poder de la convicción esta centrado en una cualidad que todos tenemos y transmitimos a través de nuestra oralidad: la creencia a su propia causa.
La oratoria se encuentra revelada en el discurso oral, en sus tres dimensiones: el contenido, el orador y finalmente el auditorio.

El contenido del discurso del buen orador, debe estar lleno de ilustraciones, personificaciones, dramatismo, utilización de ejemplos, siempre expresado con términos familiares que le dan un contexto de comprensión y entendimiento para todos. Si la audiencia posee un elevado nivel cultural y educativo, agradecerán la riqueza de vocabulario, anécdotas que sumen a su bagaje cultural.
El orador debe reunir una serie de elementos necesarios, entre los que podemos citar al tono ya sea claro, suave, duro, dulce, seco, firme, con pausas largas y cortas. La altura de la voz, entendiendo esto como, el grado entre agudo y grave. El primero suele asociarse con un estado de agitación o alteración, el segundo con climas de moderación y estima. La buena preparación también aumenta la claridad de nuestro pensamiento y de nuestra expresión. Expresarse a un ritmo apropiado, un volumen adecuado, siempre es preferible elegir el tema por el que se está realmente convencido. Todo orador debe estar preparado ya que el modo de hablar incluye el tono, la enunciación, la pronunciación, el volumen, la corrección de las palabras que va a usar, el control de los ademanes y el contacto ocular con el auditorio.
La conformidad del auditorio es la finalidad al que apunta el discurso y el que refleja casi al instante el éxito o fracaso del orador. Por siempre es bueno que el disertante conozca a quienes tiene en frente.
Hablar con orden, claridad, entusiasmo, con persuasión y con eficacia, no es un lujo sino una necesidad.
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